miércoles, 11 de agosto de 2010

Rute.

Rute es un municipio español de la provincia de Córdoba, Andalucía. Su extensión superficial es de 131 km² y tiene una densidad de 77,4 hab/km². Sus coordenadas geográficas son 37º 19' N, 4º 22' O. Se encuentra situada a una altitud de 635 msnm y a 94 kilómetros de la capital de provincia, Córdoba.

La villa de Rute se sitúa al suroeste de la provincia de Córdoba, en lo que podría considerarse como el "corazón" de Andalucía y del Parque Natural de las Sierras Subbéticas Cordobesas. La localidad se extiende en la falda de la Sierra que lleva su nombre y que forma parte, a su vez, del sector meridional del conjunto Horconera-Rute. Sus tierras limitan al norte con los términos municipales de Cabra y Carcabuey, al sur con Iznájar y Cuevas de San Marcos (Málaga), al este con Priego de Córdoba y al oeste con Lucena y Encinas Reales.
[editar] Aldeas

Rute, como villa que es, cuenta con varias aldeas repartidas por su término municipal:

* Zambra: enclavada en un paraje al lado de el río Anzur, en la carretera hacia Lucena, esta pedanía, la más destacada de la villa, se presenta en dos partes casi desconexas, se llaman "el Prado" y "el barrio"

* Nacimiento de Zambra: pequeño núcleo poblacional a la salida de Zambra, en la citada carretera y en donde nace el río Anzur.

* Llanos de Don Juan: segunda aldea de importancia en Rute, se presenta en una larga recta en la carretera hacia Lucena.

* La Hoz: a poco más de 5 km de Rute en dirección a Iznájar se sitúa esta pequeña aldea, un enclave de gran belleza paisajística con parajes como el de "Garganta de la Hoz". Rincón místico y misterioso y lugar de encuentro y oraciones mariamas.

* Las Piedras y Palomares: se trata de dos pequeños núcleos de población muy próximos entre sí y situados a unos 6 km de Rute en dirección a Carcabuey. Palomares, con su tradicional romería de San Isidro Labrador, aparece sobre un cerro llamado el Molehón chico - Rute. Las Piedras, por su parte, es una de las aldeas más típicas, con sus casas pintadas de blanco y sus calles estrechas rodeadas de piedras que le dan nombre a la aldea.


Historia

Rute el Viejo, del que aún se consevan sus ruinas, surgió en las primeras décadas del siglo XIII, como una fortaleza construida por los árabes en la Sierra con misión defensiva. Fue conquistada mediante capitulación en torno a 1240 por Fernando III, que la donó al consejo de Córdoba.

El infante Pedro de Castilla, hermano de Fernando IV el Emplazado, la conquistó en 1313.[1] Su carácter fronterizo con el vecino reino de Granada hizo su situación muy inestable desde mediados del siglo XIII hasta 1433, en que la recupera definitivamente para los cristianos Juan II, que la otorga en señorío a su doncel Ramiro Yáñez de Barrionuevo.

A partir de entonces comienza su repoblación y el traslado desde el primitivo Rute El Viejo a su actual emplazamiento.

En la guerra civil entre Enrique IV y el infante Don Alfonso (1465-68), el señor de Rute apoyó a este último, por lo que el monarca revocó la donación otorgándola a Diego Fernández de Córdoba, señor de Baena y primer Conde de Cabra, por la ayuda prestada en la toma de Ecija, dinastía que ejercería un poder casi absoluto en la localidad a lo largo de la Edad Moderna.

En los primeros lustros del siglo XVI se configuró Rute en su actual emplazamiento, quedando abandonada desde entonces la antigua población y erigiéndose los primeros barrios de la actual en un lugar menos escarpado y tortuoso que el de la primitiva fortaleza.

A partir de este momento comenzó la repoblación del lugar y el traslado de Rute el Viejo a su actual ubicación, que reuniría mejores condiciones debido al mal estado de conservación de la antigua fortaleza por los continuos ataques de cristianos y musulmanes.

El Rute actual se configura pues, en la primera mitad del siglo XVI con la edificación de su Parroquia, Ayuntamiento, el Pósito y la Feria, la organización de la vida local a través de unas ordenanzas municipales, el aporte de la inmigración y el crecimiento demográfico, y la puesta en cultivo de numerosas tierras con el consiguiente aumento de la producción.

El señor y abad don Juan de Córdoba es el padre del Rute moderno.


Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Rute

Conquista de Hispania

Se conoce como Conquista de Hispania al periodo histórico comprendido entre el desembarco romano en Ampurias (218 a. C.) y la conclusión de la conquista romana de la Península Ibérica por César Augusto (19 a. C.), así como a los hechos históricos que conforman dicho periodo.

Roma envió a Hispania tropas al mando de Cneo y Publio Cornelio Escipión. Cneo Escipión fue el primero que llegó a Hispania, mientras su hermano Publio se desviaba hacia Massalia con el fin de recabar apoyos y tratar de cortar el avance cartaginés. Emporion o Ampurias fue el punto de partida de Roma en la península. Su primera misión fue buscar aliados entre los iberos. Consiguió firmar algunos tratados de alianza con jefes tribales íberos de la zona costera, pero probablemente no logró atraer a su causa a la mayoría. Así por ejemplo sabemos que la tribu de los Ilergetes, una de las más importantes al Norte del Ebro, era aliada de los cartagineses. Cneo Escipión sometió mediante tratado o por la fuerza la zona costera al Norte del Ebro, incluyendo la ciudad de Tarraco, donde estableció su residencia.

La guerra entre Cartago y Roma

El primer combate importante entre cartagineses y romanos tuvo lugar en Cissa (218 a. C.) probablemente cerca de Tarraco, aunque se ha pretendido identificarla con Guissona en la actual provincia de Lérida. Los cartagineses, al mando de Hannon Barca, fueron derrotados por las fuerzas romanas al mando del propio Cneo Escipión. El caudillo de los Ilergetes, Indíbil, que combatía en el bando cartaginés, fue capturado. Pero cuando la victoria de Cneo era un hecho, acudió Asdrúbal Barca con refuerzos y dispersó a los romanos, sin derrotarlos. Las fuerzas cartaginesas regresaron a su capital Qart Hadasht (Cartagena), y los Romanos a su base principal, la ciudad de Tarraco.

En 217 a. C. la flota de Cneo Escipión venció a la de Asdrúbal Barca en el río Ebro. Poco después llegaron refuerzos procedentes de Italia, al mando de Publio Escipión, y los romanos pudieron avanzar hasta Sagunto.

A Cneo y Publio Escipión hay que atribuir la fortificación de Tarraco y el establecimiento de un puerto militar. La muralla de la ciudad se construyó probablemente sobre la anterior muralla ciclópea; se aprecian en ella marcas de picapedrero ibéricas, ya que para su construcción debió emplearse la mano de obra local.

En 216 a. C. Cneo y Publio Escipión combatieron contra los íberos, probablemente de tribus del sur del Ebro. Los ataques de estos íberos fueron rechazados.

En 215 a. C. los cartagineses recibieron refuerzos al mando de Himilcón, y se dio un nuevo combate en sur del río Ebro, cerca de la actual Amposta o de San Carlos de la Rápita, en la llamada batalla de Ibera. La rebelión de Sifax, aliado de Roma, en Numidia (Argel y Orán), obligó a Asdrúbal a volver a África con sus mejores tropas (214 a. C.) dejando el campo libre en Hispania a los romanos. Asdrúbal Barca, ya en África, obtuvo el apoyo del otro rey númida, Gala, señor de la región de Constantina, y con ayuda de este (y del hijo de Gala, Masinisa), derroto a Sifax.

En 211 a. C. Asdrúbal Barca regreso a la península. Le acompañaba Masinisa con sus guerreros númidas.

Quizás entre el 214 y el 211 a. C., Cneo y Publio Escipión remontaron el Ebro. Sabemos seguro que el 211 a. C., los Escipiones contaban en su ejército con un fuerte contingente de mercenarios celtíberos, compuesto de varios millares de combatientes. Los celtíberos actuaban frecuentemente como soldados de fortuna.

Las fuerzas cartaginesas se estructuraron en tres ejércitos, comandados respectivamente por los hermanos Barca Asdrúbal y Magón, y por otro Asdrúbal (hijo éste último del comandante cartaginés Aníbal Giscón, muerto en la Primera Guerra Púnica). Por su parte, los romanos se organizaron en otros tres grupos, comandados por Cneo y Publio Escipión y por Tito Fonteyo.

Asdrúbal Giscón y Magón Barca, apoyados por el númida Masinisa, vencieron a Publio Escipión, que resulto muerto. Cneo Escipión hubo de retirarse al desertar los mercenarios celtíberos, a los que Asdrúbal Barca ofreció una suma mayor que la pagada por Roma. Cneo murió durante la retirada, y los cartagineses estaban a punto de pasar el río Ebro cuando un oficial llamado Cayo Lucio Marcio Séptimo, elegido como general por las tropas, les rechazó. El escenario de estos combates es incierto, pero sabemos que Indíbil combatía de nuevo con los cartagineses. El combate tuvo lugar en 211 a. C.



El Senado romano decidió enviar un nuevo ejército al Ebro, para evitar el paso del ejército cartaginés hacia Italia. El mando de este ejército fue confiado a Publio Escipión, hijo del general de igual nombre, muerto en combate en 211 a. C.

Publio Escipión (hijo) llegó a Hispania acompañado del procónsul Marco Silano (que debía suceder a Claudio Nerón) y del consejero Cayo Lelio, jefe de la escuadra.

A su llegada los tres ejércitos cartagineses se hallaban situados así: el ejército de Asdrúbal Barca tenía sus posiciones en la zona del nacimiento del Tajo; el ejército de Asdrúbal hijo de Giscón se situaba en Lusitania, cerca de la actual Lisboa; y el ejército de Magón quedaba ubicado en la zona del estrecho de Gibraltar.

Publio Escipión, en un golpe audaz, dejó desguarnecido el Ebro, y atacó Cartago Nova por tierra y mar. La capital púnica peninsular, dotada de una guarnición insuficiente al mando de un comandante llamado también Magón (comandante de Cartago Nova), hubo de ceder, y la ciudad quedó ocupada por los romanos. Publio Escipión regresó a Tarraco antes de que Asdrúbal pudiera traspasar las desguarnecidas líneas del Ebro.

Tras esta audaz operación una buena parte de la Hispania Ulterior se sometió a Roma. Publio Escipión supo atraerse a varios caudillos íberos, hasta entonces aliados de los cartagineses, como Edecón (enemistado con Cartago desde que su mujer y sus hijos fueron tomados como rehenes), Indíbil (por la misma causa), y Mandonio (afrentado por Asdrúbal Barca).

En el invierno de 209 a 208 a. C., Publio Escipión avanzó hacia el Sur, y chocó con el ejército de Asdrúbal Barca (que a su vez avanzaba hacia el Norte) cerca de Santo Tomé, en la aldea de Baecula, donde tuvo lugar la batalla de Baecula. Publio Escipión se atribuyó la victoria (lo cual es dudoso), pero, si tal fue el caso, no logró impedir que Asdrúbal Barca siguiera el avance hacia el Norte con la mayor parte de sus tropas. En su avance hacia el Norte Asdrúbal llegó a los pasos occidentales pirenaicos.

Así pues, se sabe que Asdrúbal cruzó los pirineos a través del país de los vascones. Probablemente trataría de concertar una alianza con éstos, aunque en cualquier caso, los vascones carecían de medios para oponerse al avance cartaginés. Asdrúbal acampó en el Sur de las Galias, y después paso a Italia (209 a. C.).

En 208 a. C. Magón Barca se retiró con sus fuerzas a las islas Baleares, y Asdrúbal Giscón se mantuvo en Lusitania.

En 207 a. C., reorganizados los cartagineses y con refuerzos procedentes de África al mando de Hannón, pudieron recobrar la mayor parte del Sur de la península. Tras someter Hannon esta zona, regresó Magón con sus fuerzas, y se trasladó a la zona Asdrúbal Giscón. Pero poco después las fuerzas de Hannon y de Magón fueron derrotadas por el ejército romano mandado por Marco Silano. Hannon fue capturado, y Asdrúbal Giscón y Magón hubieron de fortificarse en las principales plazas fuertes.

Asdrúbal Giscón y Magón Barca recibieron nuevos refuerzos desde África (206 a. C.), y por su parte reclutaron un contingente de indígenas, y presentaron batalla a los romanos en Ilipa (la actual Alcalá del Río, en la provincia de Sevilla), pero en esta ocasión Publio Escipión hijo obtuvo una clara victoria. Magón y Asdrúbal Giscón se refugiaron en Gades, y Publio Escipión quedo dueño de todo el sur peninsular, y pudo cruzar a África donde se entrevistó con el rey númida Sifax, que antes le había visitado en Hispania.

Una enfermedad de Publio Escipión fue aprovechada por una unidad del ejército para amotinarse en demanda de sueldos atrasados, y esto, a su vez, fue aprovechado por los Ilergetes y otras tribus ibéricas para rebelarse, al mando de los caudillos Indíbil (de los Ilergetes) y Mandonio (de los Ausetanos), rebelión dirigida esencialmente contra los procónsules L. Léntulo y L. Manlio. Publio Escipión apaciguó el motín y puso un final sangriento a la revuelta de los iberos. Mandonio fue preso y ejecutado (205 a. C.); Indíbil logró escapar.

Magón y Asdrúbal Giscón abandonaron Gades con todos sus barcos y sus tropas para acudir a Italia en apoyo de Aníbal, y tras la salida de estas fuerzas, Roma quedó dueña de todo el Sur de Hispania. Roma dominaba ahora desde los Pirineos al Algarve, siguiendo la costa. El dominio romano alcanzaba hasta Huesca, y desde allí hacia el Sur hasta el Ebro y por el Este hasta el mar.


Las guerras de conquista.

Desde 197 a. C. la parte de la Península Ibérica sometida a Roma quedó dividida en dos provincias: la Citerior, al Norte (la futura Tarraconense, con Tarraco por capital), y la Ulterior (al Sur), con capital en Córdoba. El gobierno de estas dos provincias correspondería a dos procónsules (llamados también pretores o propretores) bianuales (lo que a menudo resultará incumplido).

Ya el mismo 197 a. C. la provincia Citerior fue escenario de la rebelión de los pueblos íberos e ilergetes, que el procónsul Quinto Minucio tuvo dificultades para controlar. La provincia Ulterior, tras la rebelión de los turdetanos, escapó del control de Roma, muriendo su gobernador. Roma hubo de enviar en 195 a. C. al cónsul Marco Catón, quien cuando llegó a Hispania encontró toda la provincia Citerior en rebeldía, con las fuerzas romanas controlando sólo algunas ciudades fortificadas. Catón venció a los rebeldes en el verano de este mismo año y recobró la provincia pero no logró atraerse a sus naturales, ni a los celtíberos que actuaban como mercenarios pagados por los turdetanos y cuyos servicios necesitaba. Tras una demostración de fuerza, pasando con las legiones romanas por el territorio celtíbero, les convenció para que volvieran a sus tierras. La sumisión de los indígenas era aparente, y cuando corrió el rumor de la salida de Catón hacia Italia, la rebelión se reanudó. Catón actuó con decisión, venció a los sublevados y vendió a los cautivos como esclavos. Todos los indígenas de la provincia fueron desarmados. Catón regresó a Roma con un triunfo otorgado por el Senado y un enorme botín de guerra consistente en más de once mil kilos de plata, más de 600 kg de oro, 123.000 denarios y 540.000 monedas de plata, todo ello arrebatado a los pueblos hispánicos en sus acciones militares. Tal como había prometido a Roma antes de su campaña, «la guerra se alimentará de sí misma».

Otro procónsul de Hispania, Marco Fulvio combatió posteriormente otras rebeliones.

Se acometió después la conquista de Lusitania, con dos destacadas victorias: en 189 a. C. la obtenida por el procónsul Lucio Emilio Paulo, y en 185 a. C. la obtenida por el pretor o procónsul Cayo Calpurnio (esta última más que dudosa).

La conquista de la zona central, la región llamada Celtiberia, se acometió en 181 a. C. por Quinto Fabio Flacco. Éste venció a los celtíberos y sometió algunos territorios. Pero la empresa fue obra principalmente de Tiberio Sempronio Graco (179 a 178 a. C.) que conquistó treinta ciudades y aldeas, algunas mediante pactos y otras valiéndose de la rivalidad de los celtíberos con los vascones situados más al Norte, con los cuales probablemente concertó las alianzas necesarias para facilitar la dominación romana en la región de Celtiberia.

Quizás en esta época algunas de las aldeas o ciudades vasconas ya habían sido sometidas (o lo fueron posteriormente) pero una parte importante de los vascones debió acceder al dominio romano voluntariamente, por alianza. Tiberio Sempronio Graco fundó sobre la ciudad ya existente de Ilurcís la nueva ciudad de Graccuris o Gracurris o Graecuris (probablemente la actual Alfaro, en La Rioja, o la ciudad de Corella en Navarra), de estructura romana, donde parece ser que fueron asentados grupos celtíberos organizados en bandas errantes. Esta fundación se situaría en 179 a. C. si bien la referencia escrita es posterior. Se cree que la fundación de esta ciudad tenía como finalidad la civilización de la zona celtibérica y la difusión de la cultura romana.

Graccuris debía encontrarse en la zona que durante los siguientes años se disputaran celtíberos y vascones, zona que coincide en líneas esenciales con el Valle del Ebro. Probablemente a Tiberio Sempronio Graco hay que atribuir la mayoría de los tratados concertados con los vascones y los celtíberos. En general los pactos establecían para las ciudades o aldeas un tributo pagadero en plata o productos naturales. Cada ciudad o aldea debía aportar un contingente prefijado para el ejército. Solo algunas ciudades conservaron el derecho a emitir moneda.

Pero los habitantes de las ciudades sometidas por la fuerza no eran casi nunca súbditos tributarios: Cuando ofrecían resistencia y eran derrotados eran vendidos como esclavos. Cuando se sometían antes de su derrota total, eran incluidos como ciudadanos de su ciudad pero sin derecho de ciudadanía romana.

Cuando las ciudades se sometían libremente, los habitantes tenían la condición de ciudadanos, y la ciudad conservaba su autonomía municipal y a veces la exención de impuestos. Los procónsules (llamados también pretores o propretores), es decir los gobernadores provinciales, tomaron la costumbre de enriquecerse a costa de su gobierno. Los regalos forzados y los abusos eran norma general. En sus viajes el pretor o procónsul, y otros funcionarios, se hacían hospedar gratuitamente; a veces se hacían requisas. Los pretores imponían suministros de granos a precios bajos, para sus necesidades y las de los funcionarios y familiares, y a veces también para los soldados. Las quejas eran tan fuertes que el Senado romano, tras oír una embajada de provinciales hispanos, emitió en 171 a. C. unas leyes de control: Los tributos no podrían recaudarse mediante requisas militares; los pagos en cereales eran admisibles pero los pretores no podrían recoger más de un quinto de la cosecha; se prohibía al pretor fijar por sí solo el valor en tasa de los granos; se limitaban las peticiones para sufragar las fiestas populares de Roma; y se mantenía la aportación de contingentes para el ejército. No obstante, como el enjuiciamiento de los procónsules que habían cometido abusos correspondía al Senado a través del Pretor de la Ciudad, rara vez algún procónsul fue juzgado.

La guerra contra los pueblos celtíberos.
Entre el 135 y el 132 a. C., el cónsul Decimo Junio Bruto realizó una expedición hasta la Gallaecia (Norte de Portugal y Galicia). Casi simultáneamente(133 a. C.) fue destruida la ciudad celtíbera de Numancia, último bastión de los celtíberos. Éste sería el punto culminante de la guerra entre celtíberos y romanos, entre el 143 y el 133 a. C.; la ciudad celtíbera acabó siendo tomada por Publio Cornelio Escipión Emiliano, cuando ya el hambre hacía imposible la resistencia. Los jefes celtíberos se suicidaron con sus familias y el resto de la población fue vendida como esclavos. La ciudad fue arrasada.

Durante más de un siglo los vascones y celtíberos se disputaron las ricas tierras del Valle del Ebro. Probablemente la celtíbera Calagurris, hoy Calahorra, llevó el peso de la lucha, auxiliada por alianzas tribales; por parte vascona debía existir algún asentamiento medianamente importante situado al otro lado del Ebro, más o menos frente a Calagurris, que obtenía también el apoyo de los vascones de otros puntos. Seguramente los celtíberos llevaron la mejor parte en la lucha, y destruyeron la ciudad vascona, ocupando tierras al otro lado del Ebro.

Pero los llamados «celtíberos» eran enemigos de Roma, y los vascones eran (estratégicamente es lo más razonable) sus aliados. Cuando fue destruida Calagurris por los romanos, fue repoblada con vascones, probablemente procedentes de la ciudad vascona del otro lado del río, destruida tiempo antes por los celtíberos (que habrían ocupado sus tierras al Norte del Ebro), y por vascones de otros lugares.

Cuando el 123 a. C. los romanos ocuparon las islas Baleares, se establecieron en ellas tres mil hispanos que hablaban latín, lo que da idea de la penetración cultural romana en la Península en apenas un siglo.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Conquista_de_Hispania


Baetica

Tras la derrota de Cartago en la Segunda Guerra Púnica los cartagineses abandonaron Hispania y su presencia fue sustituida por la de los romanos, quienes tuvieron que hacer frente a algunos focos de resistencia, como la sublevación de los turdetanos en el 197 a. C. Como consecuencia de la victoria romana se crearon las provincias de Hispania Ulterior e Hispania Citerior. El año 27 a. C., con la reorganización imperial de Augusto, Hispania quedó dividida en tres provincias imperiales: la Bética, la Tarraconense y la Lusitania. La Bética fue desde entonces una provincia senatorial gobernada por un procónsul con capital en Córduba.

La Bética era una de las provincias del imperio más dinámicas y desarrolladas económicamente, al ser rica en recursos y al estar profundamente romanizada, absorbiendo poblaciones de esclavos liberados y a una élite pudiente que permaneció como grupo social estable durante siglos, aunque no estuvo exenta de trastornos sociales, como los acontecidos en época de Septimio Severo, quien condenó a muerte a un gran número de béticos, incluyendo mujeres. La profunda romanización de la provincia se vio recompensada con la concesión por parte del emperador Vespasiano de los derechos de ciudadanía romana (latinitas), cuando promulgó el ius latii minor por medio del Edicto de Latinidad, que concedió no sólo a los béticos sino a todos los ciudadanos hispanos.

La asimilación de la cultura romana también propició una temprana cristianización, que a arraigó fuertemente en las zonas costeras y que fue marcando un nuevo desarrollo cultural en toda la Península Ibérica. En el siglo IV el Cristianismo pasó a ser tolerado en el Imperio y después proclamado religión oficial y única permitida, celebrándose en tierras béticas el Concilio de Elvira, hito fundamental en la Historia del Cristianismo en España, al que asistieron once obispos béticos, de un total de diecinueve asistentes.

Fuente; http://es.wikipedia.org/wiki/B%C3%A9tica



martes, 10 de agosto de 2010

La subetica Cordobesa

La Mancomunidad de la Subbética, comarca turística situada al sur de Córdoba, recibe al viajero como una propuesta de ocio en espacios naturales plena de alicientes.
La Subbética, constituida por los municipios de Almedinilla, Benamejí, Cabra, Carcabuey, Doña Mencía, Encinas Reales, Fuente Tójar, Iznájar, Lucena, Luque, Palenciana, Priego de Córdoba, Rute y Zuheros, y que engloba en su interior a uno de los Parques Naturales de Andalucía de mayor riqueza paisajística y ecológica, supone la puesta en el mercado de una oferta donde la Naturaleza, el Barroco, la Arqueología, la práctica de deportes activos (entre los que incluimos los náuticos), y las tradiciones (donde encontramos un amplio legado en fiestas populares -resaltando la fama de su Semana Santa-), se conjugan como las características fundamentales de unas vacaciones sin desperdicio.
La comarca de la Subbética se enclava en pleno centro geográfico de Andalucía, encontrandose a unos ochenta kms. de Granada, y a cuarenta y cinco minutos de la Costa del Sol, así como a poco más de una hora de Sevilla. De Córdoba dista unos sesenta kilómetros.
En la actualidad, el viajero llegado hasta estas tierras puede elegir entre una serie de alojamientos rurales constituídos por pequeños hoteles, camping y camping-cortijo (modalidad autóctona de esta región autonómica) y cortijos en alquiler, albergues, granjas escuela, así como la Villa Turística de la Subbética, ubicada en la aldea prieguense de Zagrilla.
De esta forma, la Subbética es una excelente oferta de ocio para aquellas personas que crean que unas vacaciones son algo más que sol y playa, y sean buscadores de un intercambio sociocultural que estas tierras seguro que les proporcionarán.


lunes, 9 de agosto de 2010

Iznajar


Iznájar es ese bello pueblo que se eleva sobre rocas al amparo de su alegre y altivo castillo, fortaleza que fuera de la más importantes características para los árabes, y cuya torre vigía sirviera de inspiración para el poeta Rafael Alberti. Junto a ella hallamos la iglesia parroquial de Santiago (S. XVI), la cual posee en su interior destacadas obras orfebres, además de ser el escenario donde se representa en vivo la Pasión de Cristo, llegada la Semana Santa. En el otro extremo de la población se alza la ermita de la Virgen de la Piedad, Patrona de Iznájar (S.XVII). El pueblo nos deparará un serpenteante itinerario por sus calles de trazado medieval.

Un paseo por la localidad nos permitirá descubrir en pleno centro histórico su peculiar cementerio, diseñado -por los condicionantes del terreno- de forma escalonada, dibujando de esta forma una curiosa composición.

El término municipal de Iznájar, al igual que el de Priego de Córdoba, está repleto de aldeas, lo que lleva a que la Villa tenga menos población que el total de sus núcleos aledaños.

La localidad da nombre al embalse sobre el río Genil, que se encuentra a los pies del Pueblo, y que por sus dimensiones es considerado el lago de Andalucía, donde observamos cormoranes, garzas, somormujos, etc. El agua invita a pescar, practicar deportes náuticos o darse un chapuzón en la playa de Valdearenas. Los contornos deparan varias posibilidades para el excursionismo, acompañadas del encanto que siempre presenta el Parque Natural de las Sierras Subbéticas.

Benameji

Benamejí se caracteriza por el trazado renacentista de sus anchas y rectas calles, hecho éste que la diferencia del tipismo medieval imperante en la comarca. La población se presenta asomada a su "Grieta", fenómeno geofísico de corrimientos de tierras que depara un magnífico mirador sobre el soto del río Genil, uno de los de mayor riqueza ecológica de la provincia de Córdoba.

En el centro encontramos otro de los grandes ejemplos del máximo estilo artístico de la Subbética que no es otro que el Barroco: la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción. En la edificación destacaremos su original cúpula, que arrancando de un ondulante anillo se fracciona, no existiendo diseño parecido en el Barroco Cordobés. El templo también guarda significadas imágenes.

Cerrando la calle Remedios se ubica la ermita de esta advocación, construida sobre una antigua mezquita. Un paseo por sus calles dará cuenta de varias casas señoriales y de esas clásicas rejas y celosías que adornan las fachadas. Ya fuera de la población encontramos su magnífico puente renacentista, obra de Hernán Ruiz II y la ermita de la Virgen de Gracia, alzada en un buen enclave para contemplar el pueblo y los municipios circundantes, siendo ésta la morada de la patrona.

Benamejí dista de la costa malagueña unos 40 minutos, lo que la constituye con un cierto aroma costero. Esta población es junto a Palenciana el municipio más meridional de la provincia de Córdoba.

Fuente: http://www.subbetica.com/pueblos-de-la-subbetica/benameji

viernes, 6 de agosto de 2010

Rute, historia del anis.

Rute es una ciudad que recibe al viajero con el aroma de sus ricos dulces de Navidad. En este sentido las destilerías de anís constituyen una tradición de gran solera.

De Rute destacaremos la iglesia de Santa Catalina (barrio Bajo), antigua abadía reedificada en el siglo XVIII. En su interior debemos resaltar el camarín de Jesús Nazareno, el Retablo Mayor y una imagen de la Virgen del Rosario. Ya que estamos cerca, aprovecharemos para visitar en la residencia Juan Crisóstomo Mangas, la bella capilla barroca de San Sebastián.

Visitaremos la otra parroquia, la de San Francisco de Asís, en el barrio Alto (S. XVIII). A lo largo de la localidad hallaremos diferentes ermitas... la más antigua la de la Vera Cruz, del siglo XVI, aunque con reformas barrocas.

Para comprender la importancia del anís en Rute se hace obligada la visita al Museo del Anís, donde tendremos la oportunidad de contemplar la evolución e historia de este sector, y el monumento al Anís.

En la localidad se ubica Adebo, Asociación para la Defensa del Borrico, de reconocimiento internacional, que cuenta con una reserva para este animal.

Rute con gran parte de su término dentro del Parque Natural, presenta innumerables excursiones a su Sierra y alrededores, destacando parajes como los que presenta a los ojos del viajero el río y la garganta de la Hoz.

Fuente: http://www.subbetica.com/pueblos-de-la-subbetica/rute